miércoles, 11 de julio de 2012

Nuestras madres tenían razón. Sady Doyle sobre Nora Ephron


Han salido numerosos obituarios para Nora Ephron, muchos tributos emotivos a la trayectoria profesional y a la vida personal de esta cineasta y escritora. A continuación reproducimos uno de ellos, escrito por Sady Doyle, que pensamos que reúne de forma muy clara diversas ideas al respecto del importantísimo papel de Ephron en nuestro paisaje emocional y cultural actual.

El texto original en inglés pueden leerlo aquí. La traducción que presentamos es de Ana T. Hdz.

Al fin le dan Nora Ephron el crédito que siempre mereció
Le hubiéramos hecho caso a nuestras madres.

En medio de la oleada de obituarios y recuerdos amorosos de la escritora y directora Nora Ephron, quien murió la semana pasada a los 71 años, vale la pena acordarse de una cosa: Por muchos años el nombre de Ephron fue sinónimo de mal gusto. Para ser más exacta, del mal gusto de la sensiblería y el sentimentalismo, de la constante mirada a las relaciones de pareja y de la necedad de tener finales felices. En otras palabras, el mal gusto de las “chick flicks” (las películas para chicas) y comedias románticas de las cuales ella fue una de las principales proveedoras. Y ya que emitimos la temible palabra “chicas” entonces llamémosle a las cosas por su nombre: El mal gusto de escribir para mujeres.

Nora Ephron tenía un currículum que cualquier escritor admiraría. Escribió para el New York Post y fue columnista de la Esquire. Sus ensayos eran chistosos y lo suficientemente fuertes para dejar marcas visibles en sus lectores - “The Fountainhead Revisited”, sobre El manantial, la novela de Ayn Rand,  es tan chistoso que es capaz de crear argumentos fundamentales para toda la industria de burla hacía Ayn Rand. (A su vez el texto tiene frases que ninguna feminista se atrevería a pensar. Luego de leer El manantial en su adolescencia, Ephron dice, “Pasé el año siguiente esperando conocer un arquitecto pelirrojo, delgado y adusto que me violara, o en su defecto, un arquitecto que me violara, o en su defecto, un arquitecto.”).
Sin embargo siempre pensé que Ephron era, y creo que no soy la única, la señora de Sintonía de amor, o la que escribió Cuando Harry encontró a Sally, y por lo tanto la evité y descarté. No la pensaba digna del feminismo serio pues era demasiado “para chicas”.

Mi madre y yo estábamos juntas cuando la muerte de Ephron se hizo pública. Los siguientes días mi madre se refería a Ephron como un modelo a seguir del feminismo para aquellas personas que no se sintieran muy conectadas con las manifestaciones de la segunda ola feminista. “Tal parece que la gente como Gloria Steinem,” dijo mi madre, “no entendía el asunto del matrimonio y la maternidad. No entendieron lo que es ser parte de ese mundo. Nora Ephron sabía de ese mundo porque pertenecía a él.  Escribió desde ahí, ardió en ese lugar y también escribió sobre esas quemaduras.”

Mi mamá hablaba de  Heartburn, el difícil arte de amar, la novela de 1983 de Ephron, que es un recuento poco ficcionalizado de su divorcio del periodista Carl Bernstein, a quien claramente molestó la obra al punto de amenazar con una demanda. La reseña que Roger Ebert realizó de la versión fílmica (o más bien de la misma Ephron) fue de todo menos amable: “Después de destripar al marido infiel, ¿para qué detenernos antes de llegar a la parte en la que la ex-esposa viola su privacidad y la de sus hijos por venganza, un best-seller y un éxito de taquillas?” Pero la audacia de la acción resonó evidentemente con las mujeres que también estaban viviendo un divorcio horroroso. Sobre esta reacción Ephron dijo, “Sí vendió muchos libros y creo que hubo muchos hombres que se pusieron nerviosos por ello.”Sospecho que esto incluye a los hombres que reseñaron películas para el Chicago Sun-Times.

De hecho, Ephron sí llegó a hacer declaraciones abiertamente políticas e incluso su trabajo más “superficial” muchas veces trataba temas que nosotros, las personas politizadas, todavía intentamos manejar de una manera apropiada, constructiva y propositiva como por ejemplo los orgasmos fingidos o la difícil relación de las mujeres con el cuerpo que envejece. Nora Ephron hablaba de estos temas con una sencillez y ligereza que los destituía de cualquier tabú. En lugar de escribir de las razones sociopolíticas detrás de la devaluación del placer femenino y la obligación paralela de sentirlo y actuarlo para conseguir la aceptación masculina, Ephron puso a Meg Ryan a gritarlo en un restaurante.

Nora Ephron también fue capaz de adelantarse a muchos puntos de interés feministas. Antes de que tuviéramoss una discusión abierta de las mujeres en la comedia, Ephron fue una mujer reconocida por sus chistes. Mientras había feministas que protestaban por la falta de directoras o la marginalización que sufrían, Ephron dirigía películas. Aún así, el estigma que su rama de humor y cine sufre (cursi, sensiblero, débil, clase mediero, femenino)  le impidió tener un lugar digno en esas discusiones. De hecho, la marginalización que sufrió su trabajo tiene mucho que ver con clase y edad al igual que con el género. Nora Ephron no escribió sólo para mujeres sino también para mujeres maduras de clase media, un público meta muy ignorado o despreciado por los medios, exceptuando a aquellos pocos cuyo sueño es escribir el anuncio de detergente perfecto. Así como Ephron pudo haber sido Joan Didion si tan sólo se hubiera portado con más frialdad y hubiera adoptado un tono más sofisticado y cohibido, también pudo haber sido Woody Allen si sus representaciones de Nueva York, la neurosis y el deseo heterosexual hubieran estado dirigidos exclusivamente a hombres de la clase alta. Sin embargo, ella se quedó con las chicas (y no tan chicas), y no se esforzó en crear algo difícil o inaccesible; sus películas, al menos, siempre fueron hechas para agradar y así no es como una se convierte en una Artista de Verdad. Por otro lado, es la manera de forjar una obra característica y personal. Y ahora, tras su muerte, esa obra es alabada, generalmente por jóvenes escritoras que andan por ese mismo terreno intimista y cómico como Emily Gould y Lena Dunham, creadora de la serie Girls. Es una pena que esta re-evaluación crítica haya tomado tanto tiempo y que Ephron no pudo verla. Tal como ella misma lo dijo, todo esto se hubiera arreglado antes si tan sólo le hubiéramos hecho caso a nuestras madres.

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